Sanatorio Isla de Pedrosa - La Ísla de la Salud


 Apestados, tuberculosos y ahora drogodependientes se han recuperado en esta Isla de la Salud.
Su carácter de lugar aislado –todavía no existía el puente actual–, convertían a este islote en un enclave ideal para los fines perseguidos por las autoridades sanitarias de la época, vigilantes en todo momento de que las tripulaciones de los barcos que llegaban a puerto –la peste era una patología habitual– no contagiaran enfermedades a la población.

Los buques con patente sanitaria negativa cuando existían defunciones durante el trayecto, traían enfermos infecto-contagiosos o  que procedían de países con enfermedades endémicas.
La preocupación que existía en aquella época por controlar los posibles focos infecciosos a los que se exponía una ciudad portuaria, en donde cargaban y descargaban barcos procedentes allende los mares, por lo que no era difícil el contagio de males tropicales o de otro tipo.

En el pueblo de Pontejos, municipio de Marina de Cudeyo, la península de Pedrosa –antaño isla y cuya denominación popular no ha cambiado– es un caprichoso entrante de tierra que recorta el perfil sur de la bahía de Santander.
Durante casi siglo y medio esta finca – hoy propiedad del Gobierno de Cantabria– de frondosa vegetación y rodeada de una extraordinaria zona marisquera, ha sido testigo del esfuerzo de varias generaciones de personal sanitario por luchar contra las enfermedades de mayor incidencia en cada momento de la historia. 


La Junta de Comercio de Santander inició, en 1834, los trámites para convertir a Pedrosa en un lazareto o lugar de cuarentena. Esta lengua de tierra anexa al pueblo de Pontejos, por donde tiene su entrada, se convirtió de esa manera en punto de interés sanitario.
Los responsables de la salubridad pública encontraron en la isla el escenario perfecto para el control necesario de todos los barcos y tripulantes que accedieran al primer puerto de la entonces provincia, dado que los buques y marineros eran considerados potenciales vehículos de enfermedades contagiosas. No obstante, el título oficial de lazareto no llegó hasta 1869, momento en el que comienza operar con una finalidad que no se interrumpirá hasta 1914.

Repatriados de la Guerra de Cuba 1898
Repatriados de la guerra de Cuba 1898

Hasta ese momento, la ausencia de un lazareto obligaba a las autoridades portuarias a enviar el buque apestado fuera de nuestras costas.
La Junta de Comercio, el Ayuntamiento de Santander y el puerto de la ciudad cerraron un acuerdo para cubrir los gastos de mantenimiento de la instalación, absolutamente necesaria en aquellos años, en los que la mortandad por el efecto de las enfermedades contagiosas era muy alta. Además, muchos de los afectados eran niños –a los que Pedrosa dedicó un especial cuidado con un pabellón específico– y la farmacopea apenas se había desarrollado para hacer frente a las patologías infecto-contagiosas.


La refundación de Pedrosa, con una nueva utilidad ligada a la salud, no se produjo hasta 1914, cuando una real orden de Alfonso XIII determina que el lazareto pase a convertirse en un centro preventivo y terapéutico, con carácter nacional, para enfermedades tuberculosas de localización ósea. 
El centro toma un nuevo rumbo, y pasa a denominarse Sanatorio Marítimo de Pedrosa, en una época en la que los gestores sanitarios buscaban asentamientos rodeados de naturaleza.


El hospital llegó a tener 600 camas, y todavía hace treinta años – en 1976, cuando inició su decadencia – mantenía 250, tal y como se recoge en el registro del Patronato Nacional Antituberculoso (PNA).

El puente que comunica la isla con El Astillero a través de la ría data de 1966.

El hospital se estructuró con un sistema de pabellones, tres en total  y contó con el material técnico y científico más moderno del momento.
Constaba de pabellones independientes para hombres, mujeres y niños, pabellón de terminales, iglesia, balneario, teatro y casa del médico.


Cine teatro estilo modernista e interiores







Embarcadero

Las visitas de los reyes desde 1912 darán un importante impulso al carácter sanitario y social de este recinto, en el que se irán edificando varios pabellones que conformarán un conjunto urbanístico de carácter sanitario modélico en su época y contexto. 


En este momento, el Sanatorio albergaba 250 niños, todos tuberculosos. Podían disfrutar gracias a una inyección económica de 38.000 pesetas del señor Lacierva de campos de tenis, football, frontón y una huerta. Noticia

En 1920, con la presencia de la reina Victoria Eugenia, se colocaba la primera piedra del pabellón Infanta Beatriz y se inauguraba el monumento al doctor Manuel Martín Salazar, obra del escultor Enrique Marín Higuero (Málaga, 1873-1954). Noticia


En 1928 con la llegada del Dr. Juan Bautista González-Aguilar se inicia una etapa más científica en la que se aborda la cirugía de huesos. En 1947 bajo la dirección el Dr. Víctor Meana Negrete se abordan los tratamientos de las lesiones oste-articulares y secuelas de la tuberculosis, poliomielíticas o traumáticas, fundamentalmente en la infancia. A partir de 1965, año en el que acede a la dirección el Dr. Rafael Colveé Guillén, se inicia una etapa hospitalaria más moderna.


Pabellón Victoria Eugenia









Esta isla de la salud a pleno rendimiento contaba con salas de operaciones y curas, gabinetes de rayos X, tocadores y baños, dormitorios aireados y limpios, laboratorios, comedores, teatro, cocinas etc... aseguraban que las largas estancias de algunos niños (hasta 5 años de internamiento) tuvieran todo lo necesário para su mejora.



La transformación de este Sanatorio en un centro sanitario con 220 camas para enfermos de tuberculosis óseas es obra de la República.
Se estima que un 70% de los niños procedían de Santander y el resto de otros lares de España






Reina visitando a los niños del Sanatorio Documento de la visita











Finalmente, el 12 de diciembre de 1988 se produce el cierre del hospital y el inicio de su decadencia


























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