La papelera de Cal Violant (Romani)


El papel nos huele a historia, nos lleva a tiempos pasados y nos recuerda a la mística que envuelve a un material que, en esencia, lleva lográndose y perfeccionándose desde hace cientos de años. La ambición del ser humano por guardar para la posteridad las vivencias presentes, preservar sus éxitos y contar sus hazañas es probablemente el factor fundamental que propició la acelerada evolución que tiene el papel , junto a los innumerables usos de este hito de la historia.


Agua y retales de trapos eran los materiales que se necesitaban hace tres siglos para la fabricación de esta herramienta, capaz de marcar el ritmo de la historia gracias al rol que ha jugado para el desarrollo de las capacidades humanas. Capellades, localidad catalana al lado del camino real que unía Cataluña, Aragón y Castilla, y paso obligado del comercio durante el siglo XVIII, se convirtió en esa época en un referente para la industria papelera, afanada por conseguir de manera sencilla estos dos elementos.


El papel de esta zona, en especial el de barba y el de fumar, se vendía en gran parte del mercado español y en las colonias americanas. Del periodo de fines del sigloXVIII provienen apellidos de papeleros tan conocidos como Soteras, Romeu o Guarro, destacando entre ellos los Serra y los Romaní, cuyas marcas papeleras adquirieron renombre internacional.


Se estructura en varios volúmenes comunicados, formando una planta múltiple que abarca tres cuerpos principales: uno central, rectangular de considerable longitud, orientado al sur y con la cumbrera paralela a la fachada, y dos más transversales, situados aparte y lado de lo anterior.


Molino papelero construido por Josep Romaní a inicios del siglo XVIII, como ponía de manifiesto el escudo original, con la fecha de 1714. 
Mantuvo una actividad productiva continuada por descendientes del mismo apellido o familiares inicialmente relacionados y se agrandó en varias fases. 
Destacan las reformas de casa, fábrica y jardines realizadas por los hermanos Antoni y Ramon Romaní y Puigdengolas en el último tercio del siglo XIX, como empresa “Hijos de Antonio Romaní y Tarrés”, posteriormente “A. Romero T. S.A.”. 

Era una de las fábricas de papel más importante de la zona, tanto por su capacidad productiva, como por la calidad de ésta y fue pionera en la instalación de una máquina redonda, en 1879. 
Su marca logró un reconocido prestigio que, en algunos países, como en Argentina, se hizo genérico para indicar un producto -papel romero- dirigido a determinados usos: papel oficial, notarial, de dibujo… como se puede comprobar todavía actualmente. 

En su última etapa productiva, se especializó en la fabricación de cartón prespan, parando su actividad hacia la década de los ochenta del s. XX. 





La configuración actual de esta fábrica es el resultado de reformas y ampliaciones diversas, que se manifiestan en la composición del conjunto y en la variedad de materiales: mampostería, tapia, piedra, ladrillo... que se observan en diferentes sectores.




Su composición constructiva puede considerarse en cierto modo singular, pero, al mismo tiempo, manifiesta claramente la tipología papelera en las filas de ventanas que recorren uno o dos niveles superiores. 
El conjunto está limitado por una pared o cierre donde se encuentra el portal principal, por donde se accedía al baluarte o patio interior, lugar de paso a los diferentes espacios, tanto productivos como domésticos.















1 Comments

  1. Ayer mismo estube allí.... los jardines se han llenado de laurel, los destrozos en las figuras de las fuentes son una pena el túnel de entrada con piedra de turo y el gran murciélago todavía está visible, el obelisco, el pozo, los bancos de piedra... lástima que ahora el acceso al interior está tapiado y la puerta principal cerrada, aunque casi es mejor así para que los vándalos no destrocen mas. A pocos metros la nueva fábrica continúa fabricando papel.

    ResponderEliminar

Follow Me On Instagram